Nunca entendí porque escribió mi nombre,
corto mi foto,
y con chinches y sangre la pegó en la pared de su living
para regocijo de otros fantasmas.
En aquellos tiempos escribía poemas,
cantaba en las escuelas,
pisaba sobre hojas secas
una que otra huella de humo y hierbas,
tinto y guitarras
pensando en ella.
Quizás se haya tratado de un hechizo
de una manera de sujetar un nombre,
hundir una nave
o exorcizar los dientes.
¿Quíen lo sabe?
en las paredes de viejos edificios
hay lugares
que guardan recuerdos.
Gonzalo Vaca Narvaja