miércoles, 6 de mayo de 2020

que el abrazo me abrace


que el abrazo me abrace bajo el cielo de mayo donde los primeros fríos nievan en la espalda y el vino regresa a la uva en el pájaro de la siesta
que el abrazo me abrace y me bese en los labios
donde remolonean los sueños
Ya habrá tiempo para pensar lo que dejamos,
un tiempo desierto, equidistante, donde nos miramos
sobre superficies distintas, extrañas, conocidas y próximas
o todo eso junto, o todo eso al revés, o todo eso combinado
que el abrazo me abrace
sin medida, sin tiempo, sin estaciones, ni mutaciones, ni extensiones o precisiones, o destrucciones, que sencillamente me abrace desde la sangre desde el vientre / y la prisa, desde el presente y el futuro /  me abrace con pasión sin desidia, como compañeros me abrace como camaradas, como extravagantes y solidarios hijos del pueblo ajenos a los fascistas, y a los derechosos, a los liberales y a los asesinos, ajenos a los banqueros y los economistas de la muerte
que el abrazo me abrace como a un niño, no como consuelo de lo que he roto, sino de lo que he encontrado.
que el abrazo me abrace como un amante, sin despedidas
que el abrazo me abrace lejos de la iglesia y de los templos, de los sacerdotes y de los políticos de traje y de llaveros. Quiero que entre mocos y camisas salidas y torsos desnudos y medias tetas y pedos me abrace como se abrazan los amigos frente a lo inevitable y frente a las despedidas
que el abrazo me abrace sin tiempo, ni vergüenza, con un corazón que chispee galaxias y lugares comunes para todos los hombres que nacimos libres y deseamos la libertad de todos
Que el beso me bese, que la caricia me acaricie y la ternura me ternure, sin otra urgencia que la de cambiar el mundo

                                                               Gonzalo Vaca Narvaja

martes, 5 de mayo de 2020

¿Dónde nos coloca esta pandemia?


 05/05/ 20202
 ¿Dónde nos coloca esta pandemia?

Ya llevamos más de treinta días de encierro. De esporádicas salidas en función de comprar comida o hacer pagos urgentes. De entrecortados estados de ánimo, poca atención y períodos de irritabilidad más allá de los comunes malhumores esporádicos que suelen aparecernos y que antes considerábamos “naturales”. Llevamos días viendo y repasando la cifra de muertes, la espera tan temida de la llamada “curva de la pandemia”, los controles cada vez mayores de la policía en medio de este silencio que antes buscábamos y que ahora nos resulta perturbador y angustiante.
Muchos días.
Demasiados.
Todo sucede de manera brutal, lejos de los afectos, de los amigos, de la familia, de aquel paisaje que la más de las veces criticábamos y del que nos sentíamos distantes.
Sin ninguna esperanza en el mediano plazo, pensamos la vida con una fecha de caducidad presente e inmediata tratando de permanecer cuerdos, con el esfuerzo de mantenernos equilibrados… y no alcanza.
Leemos, cocinamos, jugamos, trabajamos, y en nuestro caso que nos toca esta cuarentena con un joven de veintiún años y otro de once no alcanza. Difícil explicar a cada paso el contexto y establecer alguna fecha tentativa para salir de esto, cuando “esto” será un modo de transitar la vida desde nuevas y diferentes circunstancias. Tampoco podemos sustraernos de las constantes bajas, de la soledad de una muerte con aviso y de una solitaria despedida a quienes son víctimas de esta maldita enfermedad que se lleva a los más vulnerables y a nuestros mayores con trámites rápidos.
La situación se torna desesperante y hace necesario un giro, una vuelta, una nueva conformación de lo que somos y de lo que fuimos teniendo en cuenta lo que seremos o lo que podríamos ser de tener esa posibilidad con nosotros. Es escaso tiempo en que nos levantamos con la sensación de haberlo hecho innumerables veces y sin sentido, por el solo hecho de permanecer un poco más sobre la tierra.
¿Permanecer? Me pregunto si esta palabra en sí misma y en soledad, es capaz de darle sentido a una existencia clausurada. Sé que es importante permanecer encerrados por aquello de no propagar la enfermedad “posible” a otros y de ser solidarios. Pero “permanecer” también y en este contexto es una forma de dejar de ser.
Hace treinta días que dejamos de relacionarnos con el mundo, que la distancia es un modo de comunicación a través de instancias virtuales como si miráramos algunas grabaciones perdidas en el tiempo, como antes mirábamos las fotografías de los que habían partido y recordábamos. Todos nos decimos o tratamos de decirnos que la situación de excepcionalidad es pasajera y esperamos que pronto nos sea restituida la cotidianeidad perdida. Pero lo cierto es que no lo sabemos.
Y esa cotidianeidad a la que aspiramos volver es la misma que nos ha puesto en este lugar. Porque el sistema capitalista, es sencillamente un orden en donde las prioridades no son la vida, ni el goce, ni el disfrute, n la salud sino el de una productividad ajena al hombre y que lleva a entablar relaciones de sometimiento permanente entre las disputas de los poderosos, para mantener lo creado y ganar más. Entonces este aislamiento en el que nos encontramos va tomando otro caris, otra manera de mirarse. De la angustia de estos días voy pasando a la bronca y a la indignación de lo establecido.
Ese mundo, ese afuera que extraño, es tan artificial como este adentro en que me encuentro y entre ambos no hay nada más que un hilo pequeño en el que nuevamente percibo una falta de libertad, una desigualdad desmesurada y un sinsentido prolongado.

                                                                  Gonzalo Vaca Narvaja