viernes, 1 de julio de 2022

Soy Adán y por qué no Prometeo

 

Soy Adán y por qué no Prometeo


22/03/22

 

 

Soy el primero y el último. Aquel que nació del silencio y no conoció a su madre. Habite en lo pequeño de un mundo perfecto, diminuto y frágil, y precise del alimento, también del deseo.

A ella, alguien, -quizás un eco-, la nombro Eva y mi primera reacción, la más valerosa, fue conseguirle una manzana que algunos confundieron con el fuego y por ello fui desterrado.

Soy Adán, el condenado a vivir por siempre. He visto el corazón negro de los hombres, sus más profundas pesadillas, sus entrañables miedos, también los he observado horrorizados frente a sus propios cuerpos sin vida.

Cuidé a Cleopatra en su última noche de arrepentida risa, al enloquecido Menelao, a Homero y a Hércules. Navegue por las costas de Tesalia hasta el límite preciso del misterio. Fue siervo en los algodonales del imperio y ciego en las calles de Calcuta, una monja cuidó mi tifus en Granada y un centurión hirió mi hombro bajo la arena del Coliseo. Más, aun así, herido, ultrajado y solo, caminé el mundo sin prisa, abrevando en cada uno de los parajes a donde me encontró la noche.

He repasado todos los infiernos desde las agujas de heroína en una calle de Ámsterdam, servido de consuelo a los pedófilos de la Catedral de Roma y ebrio aguanté las embestidas de un tugurio en la Rioja. Fui hombre, y fui mujer, pero nunca niño, ya que nací siendo ya crecido y solo.

El dolor es tan grande en mí, que he pernoctado cientos de años bajo las ruinas de una Palestina olvidada, gritando por ayuda, y nadie ha escuchado. Los tribunales de los hombres están diseñados para el olvido de los pobres y el cuidado de los ricos, pero aún así he levantado todas mis banderas junto a otros, aunque luego me abrazara infinitamente a la derrota.

Soy ese Adán condenado a vivir por siempre más allá de los ciclos imperfectos y caóticos del mundo.

He sido el objeto, la cosa y lo nombrado, la letra y la sangre, el país y el exilio. Sin patria, ni nave, ni continente, he dormido por años bajo la tutela de las piedras, hijas de una medusa letal y muda y despertado por el canto de un pájaro cuando el corazón late. Creo en el hombre cuando siente el pulso magnético de lo justo y la proximidad de alguna forma de belleza que lo lanza hacia lo bueno.

 

No he sido la hoz ni el martillo, tampoco la batalla, pero si los muertos. Soy la tierra que guarda las voces de los desaparecidos, mientras sus huesos se abrazan. He espiado por las noches las carrozas de los asesinos en todas las partes del mundo, escuchado sus risas y escudriñado sus pensamientos. Soy ese Adán que bate sus alas en ecos. La memoria y su sustento.

¡De qué debo redimirme si he alcanzado la manzana y también el fuego!



Gonzalo Vaca Narvaja