viernes, 30 de marzo de 2012

poética para un día mejor




Durante mi vida he intentado encontrar respuestas a un sin número de interrogantes que se me fueron planteando conforme crecía, pero ninguna de aquellas respuestas alcanzó a sobrevivir por mucho tiempo, sino y por el contrario cada una de ellas se fue diluyendo en el curioso río de la vida.
Las intuiciones que uno posee cuando es chico tienen más poder que las respuestas buscadas como adulto y más peso que la propia existencia.
La lógica del mundo es perfecta y está activa permanentemente en cada uno de nosotros – individuos – y en las sociedades que nos congregan – colectividades -. Nadie escapa de ellas y todos de un modo u otro -de forma positiva “empática” o negativa-, tendemos a equilibrar el horror que este sistema capitalista nos propone todos los días. Somos recreadores de las guerras, de las muertes, de los desastres ecológicos, de la falsa moral, de los asesinatos étnicos, del hambre, de la desigualdad, del homicidio y de los suicidios próximos y distantes, porque siempre de un modo u otro acabamos siendo “funcionales” a éste sistema que nos ocupamos de preservar y de sostener, tanto como de recrear.
Aún cuando decidimos combatirlo, nuestro combate reconoce un parentesco patético con lo que queremos derribar y tarde o temprano esos sistemas “revolucionarios” que tanta sangre han costado se asemejan a lo que les dio inicio como fuerza reactiva y se diluyen hasta volver a incorporarse de lo que nunca se desprendieron: el mismo sistema capitalista que los generó.
Esto que se parece a una trampa se parecería a una tragedia de la especie si no fuera porque partimos de analizar las cosas desde los conceptos que el sistema nos ofrece y no desde otros que son posibles y diferentes. LA REVOLUCIÓN NO SOLO ES POSIBLE SINO URGENTE, como diría y dice Holloway. A lo que yo agregaría: La revolución se está haciendo de manera silenciosa y continua, sucede que no se muestra, porque no participa en los medios de comunicación y ante ellos prefiere volverse invisible, susurrante como una brisa leve y cálida en un día de invierno.
Muchas veces creí que la indiferencia era un principio constitutivo de la especie humana. Esta afirmación partía del no reconocimiento individual y social del poder de cada uno en particular y del poder de las comunidades para cambiar todo lo que se le ocurra en general. Si el hombre y la mujer supieran y creyeran que pueden torcer el rumbo del mundo, todos y cada uno de los horrores que vivimos se podrían hacer desaparecer para forjar un mundo mejor.


Soy de los que piensan que el ser Humano puede detener lo que quiera y hacer funcionar lo que desee, máxime cuando para éstos desafíos actúa colectivamente. Detener una guerra es posible. Cambiar las reglas del mercado es posible. La experimentación genética, los desastres ecológicos, el hambre, la desigualdad, todas y cada una de las producciones a que nos tiene acostumbrados el sistema capitalista, o sus variantes chinas. Todo puede ser detenido y cambiado y en esto radica un proceso revolucionario que viene dándose y que se ha incrementado en los últimos años conforme la crisis económica mundial jaqueó a los paraísos europeos. Para ello debe vislumbrase la capacidad que poseemos colectivamente y ésta capacidad no debe enfrentar al sistema desde los lugares que él mismo nos propone sino desde otros, con lógicas distintas. Lo que importa es la dignidad y la valoración de la vida, individual, colectiva, planetaria, y no el poder.
De allí la coincidencia con Holloway, LA REVOLUCION ES URGENTE Y ES AHORA.
No podemos dejar que el inmediato mañana esté signado por la lógica de la voracidad en la construcción de capitales, no podemos dejar que nos abran las venas todos los días 8 o 12 hs diarias por salarios de angustia, quitándonos el tiempo necesario para el disfrute de lo que se nos va en un pestañeo: LA VIDA. Tampoco debemos permitir que en otros lugares, y en el momento en que nos tomamos un vaso de vino, estén asesinando a cualquier persona por una guerra económica, étnica o ideológica. BASTA! ya BASTA!
Si quisiéramos podríamos volar, salirnos de la gravidez que nos sujeta al mundo mientras estamos vivos.
La energía colectiva es única  y no solo determina, sino que es capaz de curar todas y cada una de las heridas individuales y sociales a que nos somete el sistema capitalista y todas sus estructuras de recreación.
Se trata de animarse y es allí donde comienza el estado de enamoramiento y negación del sistema.

¿De qué te quejás?

Es la respuesta que en general se da frente a expresiones de insatisfacción en la vida: lo que debería plantearse es si estas expresiones son de la vida, o achacables a ella, o pertenecen al dominio de lo generado por este horroroso  sistema capitalista.
Luego de rumiar durante varios días el texto de Holoway he llegado a la conclusión de que es muy difícil el planteamiento, en el sentido del hacer práctico. Sí es importante el volver a recordarse de tanto en tanto la práctica política y los actores que hacen a dicha práctica; en general todos y cada uno funcionales al horror creado por este sistema cada vez más desprovisto del disfrute de lo humano y de lo digno. También está buena la idea de pensar en términos de REVOLUCIÓN, los actos de la vida cotidiana y del hecho de no entrar en lo que nos propone el sistema como posibles salidas del mismo. Trampas cada una de ellas, en las que siempre uno termina cayendo y en este sentido el rol del arte pasa a ser sustancial y los accesos del mismo arte y de lo artístico fundamentales a la hora de presentar alternativas.

Hay un absurdo presente en este modo de existencia – la conocida – y sin embrago hay certezas silenciosas a la hora de pensar en cómo sería otra cosa, la que siempre se nos presenta como escurridiza y lejos de toda realización, al fin y al cabo utopía de un mundo mejor.
Inocencia, fraternidad, solidaridad y justicia y fundamentalmente compasión.


Gonzalo Vaca Narvaja

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