miércoles, 29 de junio de 2016

El puñal y el olvido



I


Has elegido el puñal
del plato vacío y la suturada puerta.
Has elegido el silencio
el odio y también la revancha.
Tus manos abrazan piedras.
Has elegido al verdugo.
Lo has albergado en tu casa
sentado en tu mesa
a la hora del almuerzo.
Has elegido
como quién elige un regalo
y aún te preguntas
¿ de quién es la sangre sobre la mesa?


II

No quiero aceptar
lo que has elegido.
No puedo.
Yo aquí mirando el mundo
y vos la uña de tu dedo.
No puedo aceptar la muerte
que viene con el nombre
que has elegido.
Ni el hambre.
Ni el garrote.
Ni el quejido
o la mentira,
de lo que has elegido.
No puedo querer tu muerte
como vos querés la mía,
no me conforma ello,
me entristece,
quiero tu vida tanto como la mía
y no el cadalso que has elegido.



III


Estoy consciente.
La felicidad es apenas ese instante
fugaz secreto
intransferible.
El aliento apenas visible
que en la boca se desliza.
Ayer por la tarde
pensé la tristeza.
La ví en el frío,
en la sesgada ventana penitente
al  jardín.
La sentí
a través de las hendijas
aliada con el frio
cortando la piel de la memoria.
Ayer por la tarde vi el rostro.
Y escuché su voz
alabando el invierno por venir.



IV


Hoy puedo hablar de todo
y hacer que todo
se vuelva nada
o la parte de algo pequeño.
Hoy puedo hablar de todo
sin ruborizarme.
No tengo límite.
Ya el mundo no gira sobre lo justo.
Se ha deslizado hacia lo vano
e indiferente,
como quien se lanza en una patineta
sobre una pendiente.
El tiempo volvió inútil
la muerte de los que fueron
y alguna vez soñaron.
Hoy el mundo se ha vuelto estéril
viejo
resignado
pulcro.
La vejez de los nuevos días
baja la cabeza hacia las regiones de la nada
en pequeños dispositivos de lejanía.
Nadie escucha.
Con el helado viento del norte
la enfermedad hace a la existencia del hombre
y por ella se cree vivo.
Nadie piensa en otro mundo.
La gravedad es la piedra
inerte en lo profundo
con el nombre de un niño.



V



Dejo constancia por escrito
que aquí lo dicho se escapa,
y demando a los que
violentan con violencia
las palabras (Lanata) para agredir la vida
que vivimos.
Dejo constancia por escrito
que quienes denigran con palabras
a otro y asesinan (Prat Gay) el futuro
en perfectos crímenes sociales.
Y que es espantosa esta manera
de vendernos a la nada
con las páginas de diarios (Clarin)
y de voces (TN) siniestras.
Dejo constancia
de la inmensa soledad de este cuarto
en que vivimos solos
con toda la soledad del mundo.

Dejo constancia del abandono,
de la inmensa quietud de nuestros pares
incapaces de cobijarnos en abrazos.
Dejo constancia de lo inútil.

En esta parte del mundo
nadie te preguntará
sobre tus sueños.







VI


Te voy a pedir que no lo repitas.
Que esas palabras no surjan de tu boca.
Te voy a pedir que no lo pienses,
y cuando veas morirse las hojas en primavera
no digas nada.
Que cuando golpees tus ojos en alguna imagen
no te lastimes con aquella frase.
Sería triste pensar
que aquello que supiste tarde
y vistió de pena nuestro mundo,
vuelva a decirse después de todo
como en aquellos años
en que gobernaba la muerte.
Por favor
no digas nunca

YO NO SABÍA.




Gonzalo Vaca Narvaja

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