II
Me esperaba desnuda
entre las fotos de casada,
sobre la cama de su madre
y los remedios de otro cuerpo.
Me esperaba
con su piel trigueña,
para enseñarme en el aire
a remontar barriletes
y deslizar mis sueños
en la humedad cálida de su vientre.
Me esperaba desnuda cuando su madre iba de compras
al mercado, al mediodía.
Teníamos dos horas
y la eternidad haciéndonos cosquillas.
Gonzalo Vaca Narvaja
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