II
Existen
llaves
viejas,
nuevas, extrañas
de metal,
de piedra, o de hueso
llaves
que sirven para cerrar
y abrir
Hemos creado
cosas absurdas
en el
tiempo
inútiles
y lastimosas como las puertas
a veces
las golpeamos
también
las empujamos
Simulamos
voces lejanas:
un
chirrido, una campana, el timbre
solo para
anunciar
que allí
estamos
que somos
que
necesitamos
aunque no
sepamos qué es eso.
III
En mi
llavero cuelga un recuerdo.
Es una
llave frágil, extraña, diminuta.
Tiene un
índice – como el dedo-
y un
círculo eterno pequeño y perceptible
como un
rastro druida.
Tintinea.
Se vuelve
esquiva, y pesa
como la
ausencia en los días nublados.
No abre
puertas. Las dibuja.
Brilla cuando
un beso se abre en otra boca.
Sola,
callada, en silencio.
Se abraza
al aire en un día de marzo
en medio del
desierto.
Nació en
la extrañeza de una calle
llamada
exilio,
al
costado del silencio,
lejos muy
lejos de la vida.
En mi
llavero cuelga un recuerdo
una
manera de andar el mundo
con un
puñado de nombres
en el
documento.
Gonzalo
Vaca Narvaja
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